Parecía una carta normal, de las muchas que Manuel Orantes recibía cuando estaba de viaje. Pero al abrirla su susto fue mayúsculo. «Te esperamos en Estocolmo», decía el anónimo que acompañaba una fotografía en la que el tenista entregaba al general Franco la raqueta con la que había ganado dos meses antes el Abierto de Estados Unidos en Forest Hills. «En la foto habían pintado sobre mis ojos y los de Franco unas cruces nazis. Me asusté bastante. Franco había muerto hacía un mes y todo estaba convulso. Pasé unos días que temía cualquier cosa». Ese es el primer recuerdo que le viene a la memoria a Orantes del triunfo en el Masters de dobles junto a Joan Gisbert.
Habla sentado junto a su compañero de dobles en la sala de trofeos del Reial Club Tennis Barcelona, antes de marcharse a Londres, donde el domingo participarán en el homenaje que la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) hará a todos los jugadores que han disputado alguna de las ediciones del Masters entre 1970, el año de la creación del torneo, y 1980. «Entraremos en el club de los finalistas», explica Gisbert, orgulloso pero un poco molesto también porque la ATP no ha bautizado uno de los grupos del Masters de dobles este año con su nombre. «Nos han hecho una jugada. Han puesto a dos jugadores como Stan Smith y Arthur Ashe que no jugaban el doble y que ganaron ese año [1970] que solo fue una exhibición para completar la programación. Después no se volvió a jugar hasta 1975. Manolo y yo fuimos los primeros en ganar el Masters de dobles de verdad, y para clasificarnos tuvimos que jugar más de 40 semanas ese año», se queja Gisbert, que en Londres hablará con Chris Kermode, presidente de la ATP. «Es una reivindicación de prestigio, no tiene más valor, pero nos lo merecíamos», dice Orantes.
Esa queja no quita el orgullo por el título conquistado hace 40 años en Estocolmo [el 5 de diciembre de 1975], en una pista de moqueta, por la pareja española, la número 1 del año, que compitió con el mexicano Raúl Ramírez y el estadounidense Brian Gottfried, los alemanes Jurgen Fassbender y Hans Pohman y los estadounidenses Fred McNair y Sherwood Stewart. Estos últimos fueron los primeros rivales de los españoles. «Nos pegaron una paliza. Habíamos llegado un día antes de Calcuta, donde ganamos el título y asegurado el número 1», recuerda Gisbert. «Aterrizamos en Estocolmo vestidos de tenistas porque, para poder coger el enlace de avión, nos llevaron a Nueva Delhi en el avión privado del presidente de la India [Fakhruddin Alí Ahmed], que estuvo en la final y regresaba a la capital. Fue algo increíble. Joan y yo, sentados ahí, sudados, sucios, sin poder vestirnos de calle», recuerda Orantes.
sa queja no quita el orgullo por el título conquistado hace 40 años en Estocolmo [el 5 de diciembre de 1975], en una pista de moqueta, por la pareja española, la número 1 del año, que compitió con el mexicano Raúl Ramírez y el estadounidense Brian Gottfried, los alemanes Jurgen Fassbender y Hans Pohman y los estadounidenses Fred McNair y Sherwood Stewart. Estos últimos fueron los primeros rivales de los españoles. «Nos pegaron una paliza. Habíamos llegado un día antes de Calcuta, donde ganamos el título y asegurado el número 1», recuerda Gisbert. «Aterrizamos en Estocolmo vestidos de tenistas porque, para poder coger el enlace de avión, nos llevaron a Nueva Delhi en el avión privado del presidente de la India [Fakhruddin Alí Ahmed], que estuvo en la final y regresaba a la capital. Fue algo increíble. Joan y yo, sentados ahí, sudados, sucios, sin poder vestirnos de calle», recuerda Orantes.
Gisbert y Orantes fueron los primeros españoles. Después lo han conseguido Marcel Granollers y Marc López (2012) y Fernando Verdasco y David Marrero (2013). Por ese triunfo se repartieron 56.000 coronas suecas (14.000 dólares). Nada que ver a los premios actuales. «Ahora, solo por participar les dan 86.000 dólares», resalta Gisbert.
Antes de jugar con Orantes -con quien tiene el récord de no haber perdido un partido de dobles de los 13 que jugaron juntos en la Copa Davis-, Gisbert formó pareja con Ilie Nastase. Las anécdotas con el genial tenista rumano son muchas, pero Gisbert recuerda dos curiosas. «Un día, jugando una final en París, en el pabellón Pierre Coubertin, sobre madera, contra Tanner y Ashe, dos tremendos sacadores, y con Nastase cansado porque había jugado la final individual, viendo que perdíamos se le ocurrió parar el partido quejándose de que por la mala iluminación no veía a Ashe -era negro- . Estuvimos varios minutos parados. El público silbaba y él me decía: ‘Tranquilo, tú tranquilo’. Y mientras a Ashe le acariciaba su melena rizada y le decía: ‘Sugar baby, sugar baby’… Los puso tan nerviosos que ganamos el título». Nastase era un gran campeón, pero también le gustaba la dolce vita y Gisbert recuerda que en Londres se compó un Rolls Royce y él se convirtió en su chófer. «Me hacía llevar a su mujer Dominique al cine mientras él se escapaba con sus amigas».
¿SE CAMBIARÍAN DE ÉPOCA?
Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, admiten ambos. ¿Cambiarían aquella época por la actual? «Bueno, a veces pienso que sí, pero ahora quizá no habría podido jugar al máximo nivel. Yo empecé en serio a los 23 años, después de licenciarme como abogado, porque mi padre no me dejó ser tenista hasta que acabé la carrera. El Masters de dobles fue mi gran título, mi mejor despedida», valora Gisbert, que estuvo también en las dos finales de la Challenge Round de la Copa Davis que España perdió con Australia en 1965 y 1967, además de ser finalista del Abierto de Australia en 1968. Fue en ese año cuando Orantes y Gisbert jugaron juntos por primera vez y llegaron a las semifinales de dobles del Abierto de Australia. Se habían quedado en Melbourne porque Harry Hopman vio a Orantes y le ofreció a la federación española que se quedara para mejorar su juego en hierba. « Yo tenía 18 años, no sabía ingles y le pidieron a Joan que se quedara también», recuerda Orantes. «Los australianos daban 200.000 dólares, pero el Marqués de Cabanes, entonces presidente de la federación , los rechazó. Decía que éramos amateurs y no podíamos cobrar nada. Solo nos dieron 500 dólares para sobrevivir un mes y medio allí. Estábamos en una pensión de mala muerte y tuvimos que espabilar», cuenta Gisbert.
A Orantes si que le habría gustado jugar en la época actual, aunque estuvo entre la élite del tenis mundial compitiendo con los mejores campeones como Jimmy Connors, Ilie Nastase, Bjorn Borg, John McEnroe y Guillermo Vilas. «Eso no lo cambio, pero me habría gustado, para qué engañarnos». Tiene sus razones. Hasta 1973 no empezó a ganar dinero como profesional. Un ejemplo: «En 1971 gané el Godó por primera vez y, como era amateur, los 20.000 dólares del premio se los quedó el RCT Barcelona. A cambio, me hicieron socio de honor». Orantes lo ve ahora «todo más natural, mejor». «Y no lo digo solo por el dinero -añade-. Nosotros vivimos una gran época del tenis pero también convulsa y con muchas situaciones de favoritismo».
Nacido en Granada (1949) y afincado en Barcelona desde que llegó con sus padres al barrio del Carmelo, recuerda que su primer contacto con el tenis fue como recogepelotas en el club de La Salut. «Era la forma de llevar algo de dinero a casa. Entonces no pensaba ganar dinero con eso, pero me gustaba y me abría la posibilidad de ser profesor de tenis. Al menos tenía una salida».
UNA MANO ZURDA MÁGICA
No le hizo falta. Orantes aprovechó su talento, una mano zurda mágica y el mejor revés de aquella época para convertirse en uno de los mejores tenistas que ha dado España, con 33 títulos en el circuito. Llegó a número 2 del mundo, se clasificó para el Masters de individuales ininterrumpidamente desde 1972 a 1977 y fue el primer español que ganó ese título, en 1976 en Houston ante el polaco Wotjek Fibak. Años después le sucedería Àlex Corretja (1998).
Orantes ganó la final tras remontar dos sets y 4-1 en el cuarto. Le dio la vuelta al partido tras una anécdota que ha quedado para la historia. En el descanso entrevistaron al actor Kirk Douglas, que dijo que Orantes perdía, pero su mujer, que estaba a su lado, lo negaba a las cámaras y, cuando le preguntaron por qué, recordó que había visto remontar en las semifinales del US Open el año anterior un 5-0 en contra ante Guillermo Vilas. «Yo veía la entrevista en las pantallas gigantes del estadio y levanté el pulgar agradeciendo su comentario. El público me ovacionó. Volví a la pista y remonté. Gané el cuarto set en el tie break y el quinto 6-1», recuerda.
A pesar de ser un especialista de tierra, a Orantes el Masters siempre le ha gustado. «Estar entre los ocho mejores es el premio al trabajo de todo el año y si a eso añades jugarlo también en dobles, el mérito es más grande», explica. «Manolo es uno de los tres únicos tenistas que han hecho el doblete en el Masters junto a McEnroe [con Peter Fleming] y Edberg [con Anders Jarryd]. Nadie más lo ha conseguido y dudo que lo logren porque los grandes campeones apenas juegan ahora los dobles. En nuestra época jugaban siempre los mejores».